jueves, 4 de octubre de 2007

Consejos para escuchar

La escucha se ha convertido en la última moda entre los líderes.


Lucy Kellaway / Financial Times.



Tony Hayward, el atractivo nuevo jefe de aspecto juvenil de BP, aseguró la semana pasada que se basa en “un estilo de liderazgo que realmente escucha”. Hay tres aspectos erróneos en estas palabras. Primero, si tienes que recurrir a explicarle a la gente en qué consiste tu estilo de liderazgo, no estás mostrando estilo particular alguno. Segundo, los estilos no escuchan. Y por último, y lo peor de todo, si crees que la parte fundamental del liderazgo es saber escuchar, es que o eres falso o un ingenuo.

Hayward no es el único. De hecho, la escucha se ha convertido en una de las mayores y más comunes modas pasajeras de liderazgo. Todos los nuevos líderes prometen que ese es su estilo. Gordon Brown llegó al Número 10 de Downing Street en junio y habló y habló sobre cuánto estaba escuchando. En un discurso la semana pasada, insistió tres veces sobre cuánto lo hacía. “He escuchado y prestado atención a los británicos”, explicó, dando a entender de forma desconcertante que el antiguo estilo de simple escucha no es tan bueno como escuchar y prestar atención.

No hay nada malo en escuchar per se. De hecho, cierto grado de escucha es fundamental –pero tiene que ser del tipo adecuado–. Si eres un primer ministro o un consejero delegado, no es una buena idea diseñar la política por tu cuenta en la ducha sin hablar con nadie más y, si lo haces –como en el caso del predecesor de Hayward, John Browne– terminarás por fracasar. Tan sólo con que Lord Browne hubiera escuchado a unas cuantas personas en cuestiones de seguridad, las cosas habrían sido distintas en la refinería de BP en Texas.

Sin embargo, porque cierto grado de escucha sea esencial, eso no quiere decir que escuchar sea lo que distingue a los líderes con éxito del resto. Tampoco implica que los líderes deberían alzarse siempre y declarar que son buenos oyentes. El motivo por el que realizan esta estúpida declaración es que les hace aparentar una imagen de líder demócrata, accesible y moderno. Sin embargo, existen tres razones por las que deberían desistir.

- Escuchar es realmente sencillo. Cualquier tonto puede hacerlo, por lo que no puede ser la habilidad clave de los consejeros delegados. Bajo mi experiencia, algunos de los mejores oyentes son perros. Ladean sus cabezas y levantan una oreja. A veces, los consejeros delegados resultan ser perros, pero esa es otra historia.

- Escuchar es sólo la primera de cuatro tareas cada vez más duras que tienen que llevar a cabo los consejeros delegados. Después de haber escuchado, tienen que pensar. A continuación tomar una decisión y, entonces, implementarla. La cuarta es siempre la más complicada.

- Prometer una escucha masiva es una farsa. Los consejeros delegados por lo general no disponen ni del tiempo, ni de la inclinación, para escuchar mucho.

- Afirmar que escuchas puede parecer un indicio de debilidad. Sugiere que no tienes ni la más remota idea de lo que haces, lo que no es algo bueno en un líder.

- Estimula el cinismo. Implica que tu consejero delegado no sólo te escuchará, sino que hará lo que tú digas. En realidad, tu consejero delegado realmente no quiere escuchar tus quejas sobre lo bajo que es tu salario. Lo cierto (apropiadamente) es que no quiere escucharte en general.

Esta es, y gratis, mi guía de escucha para líderes en cuatro pasos: 1. Límpiate los oídos. 2. Elimina tantos pensamientos inquietantes de tu mente como puedas. 3. Intenta concentrarte en lo que dice la otra persona. 4. Mira a la otra persona. Este último punto es opcional pero recomendable, ya que hace que la otra persona se sienta mejor. Cuando se escucha a un miembro de la plantilla que está angustiado, sería bueno mostrarse comprensivo y dejar el Blackberry a un lado durante un rato.

Eso es todo. Así de simple.



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